Y como hoy estoy contento, os voy a contar un cuento
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Y como hoy estoy contento, os voy a contar un cuento
CADA PASO UN MUNDO
Cuentan, que por estas tierras nuestras, iba un buen día un viajero caminando por la Alpujarra desde Órgiva hasta Cáñar; un día de esos, casi perdido por el cansancio y el día que se le partía. Como no conocía muy bien el camino, estaba tan deseoso como ansioso de encontrarse con algún labriego para preguntarle por el más corto y/o más cómodo.
Al cabo de unas horas de raspear el suelo y la roca, de llevarse en sus partes bajas el barro de las acequias como muestra, se topó con un oriundo en unos de aquellos bancales interminables.
El viajero ansioso por llegar y echarse una palabra al oído, se plantó delante de él, hincando casi sus rodillas en tierra, y le preguntó con buena fórmula:
- ¿ Cuánto falta para Cáñar ?
Esperó unos segundos, mientras que el labrador lo miraba. Y de nuevo insistió con la misma.
-¿Por favor cuánto falta para llegar a Cáñar?
El campesino, secándose el sudor de la frente, insistía con su silencio. Sólo le salió un ¡Hey mula, no te quejes que ya terminamos!
A la tercera irá la vencida, verás, este esaborío, se dijo para sí el mosqueado viajero.
- ¿Queda mucho para Cáñar ? le gritó con insistencia .
Y allí, dejándolo por imposible, continuó con el camino que llevaba. ¡ Qué poca amabilidad! Se dijo para sus adentros.
Cuando no llevaba ni unos cien metros recorridos, oyó a sus espaldas una voz que le decía…
- A ese paso de usted unos diez minutos, señor!
Moraleja: en este mundo nuestro, las distancias son tan relativas…!
Cuentan, que por estas tierras nuestras, iba un buen día un viajero caminando por la Alpujarra desde Órgiva hasta Cáñar; un día de esos, casi perdido por el cansancio y el día que se le partía. Como no conocía muy bien el camino, estaba tan deseoso como ansioso de encontrarse con algún labriego para preguntarle por el más corto y/o más cómodo.
Al cabo de unas horas de raspear el suelo y la roca, de llevarse en sus partes bajas el barro de las acequias como muestra, se topó con un oriundo en unos de aquellos bancales interminables.
El viajero ansioso por llegar y echarse una palabra al oído, se plantó delante de él, hincando casi sus rodillas en tierra, y le preguntó con buena fórmula:
- ¿ Cuánto falta para Cáñar ?
Esperó unos segundos, mientras que el labrador lo miraba. Y de nuevo insistió con la misma.
-¿Por favor cuánto falta para llegar a Cáñar?
El campesino, secándose el sudor de la frente, insistía con su silencio. Sólo le salió un ¡Hey mula, no te quejes que ya terminamos!
A la tercera irá la vencida, verás, este esaborío, se dijo para sí el mosqueado viajero.
- ¿Queda mucho para Cáñar ? le gritó con insistencia .
Y allí, dejándolo por imposible, continuó con el camino que llevaba. ¡ Qué poca amabilidad! Se dijo para sus adentros.
Cuando no llevaba ni unos cien metros recorridos, oyó a sus espaldas una voz que le decía…
- A ese paso de usted unos diez minutos, señor!
Moraleja: en este mundo nuestro, las distancias son tan relativas…!
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